domingo, 18 de marzo de 2012

Despuésde la tormenta siempre llega la calma

Esto que vas paseando una de esas tardes raras en las que no hay nada que hacer o no hay ganas para hacerlas, con aire melancólico, con desgana, como arrastrándote por la ciudad. Y al levantar la cabeza el cielo plomizo, encapotado, que amenaza con descargar en cualquier momento, como para purificar ese ambiente pesado. Aún así continúas con tú vagabundeo, cabeza gacha, otendo de cuando en cuando el entorno, como para comprobar que todo sigue en su sitio. Caen las primeras gotas y confías en que no sea para mucho. Y en ese momento rompe a llover como que no costara; como si el cielo se hubiera confabulado con tu estado de ánimo para terminar de hundirte.
Luego resulta que toda esa lluvia ha cumplido su amenaza y lo ha dejado todo como nuevo. El aire esta fresco. Huele a húmedo. Respiras hondo.
Entre las nubes comienza a brillar el sol.


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